Llevo unos días viendo a mi niño mayor.
Sí, mi niño estaba enmadrado. Me necesitaba para todo y sólo le valía yo. Yo le comprendía y le acompañaba; a jugar, a conocer, a explorar...
Me necesitaba como enlace con el exterior. El mundo tan extraño y difícil de comprender para los niños.
Le costaba quedarse en cualquier sitio si yo no estaba. Y si era un sitio nuevo o personas nuevas se escondía tras mis piernas.
Pues este niño ha cambiado.
Ya no me necesita tanto para jugar, explorar y estar con los demás. Es capaz de hacer nuevos amigos de forma muy rápida y segura. De conocer sitios nuevos sin estar pegado a mi.
Es un niño extrovertido con quien conoce, con ganas de enseñar lo que sabe y de conocer cosas nuevas. El espacio ya no es extraño, lo conoce y sabe manejarlo.
Aun nos necesita. Aun es pequeño. Y seguiremos dándole todo lo que necesite; brazos, contacto, cariño, respeto...
Y estoy segura que tanta teta, brazos y apego algo tienen que ver... Que quizá, los niños necesitan enmadrarse para poder coger seguridad y despegar!
¿Tú que crees?
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