Una de las grandes preocupaciones
de las mamas y papas, y especialmente las primerizas, es el sueño de sus hijos.
Para mí fue mi caballo de batalla
con mi hijo mayor. Mi preocupación y angustia, unidos a mi sueño permanente y agotamiento
una vez empecé a trabajar, hicieron que
leyera y buscara soluciones para que mi hijo durmiese más y mejor.
Mi niño nació prematuro, y lo
digo porque creo que parte de su forma de ser viene influenciada por este hecho
y por estar cuatro días separado de sus padres. Y añadimos a esto su alto nivel
de demanda, con rasgos de niño de alta demanda, que no etiquetaré ya que no soy
partidaria de ello, pero sí.
Yo partía de la base de que los niños
saben dormir, se duermen solos (con alguna musiquita o móvil) y que duermen
mucho. Estando embarazada tuve la enorme suerte de poder acudir a una charla de
Rosa Jove sobre el sueño, y ahí muchos de mis mitos cayeron.
Aun y todo decidimos que nuestro
bebe durmiese con nosotros en su cuna, levantándome yo para darle pecho y que
en algún momento le pasaríamos a su habitación.
Bueno, pues nada fue como
esperábamos.
Teníamos un bebe muy sensible y
demandante. No se dormía solo, no le gustaba el capazo ni la cuna. Esto a pesar
de que lo primero que conoció al nacer fue una cuna, dormirse sólo y tener a su
mama y su teta unos ratos al día, o quizá por esto mismo, cuando comprobó que
mama y papa ya no se iban empezó a recamar lo que necesitaba.
Mi hijo siempre ha necesitado
mucho contacto, mucho contacto y mucha teta. Y esto hizo que tuviésemos que
cambiar nuestra mentalidad y adaptarnos a sus necesidades.
Durante tres años cuando lograba
que mi hijo se quedase dormido, fuese de día o de noche, yo me quedaba con él.
Si me movía de su lado se despertaba, pudiendo llegar a desvelarse y eso sí que
era desesperante porque volvíamos a empezar. Además durante su primer año,
necesitó que en cada micro despertar nos levantásemos a pasear, dos, cuatro,
seis,… veces cada noche.
Tres años donde la teta fue
nuestra gran aliada que nos ayudaba a quedarnos dormidos, sí, a los dos. Y que
a veces, para desesperación mía, tenía que quedarse largos ratos en la boca de
nuestro niño.
La hora de dormir siempre tenía
que ser algo sin premeditación. Es decir, si llegar a decir “vamos a dormir”
porque entonces la resistencia era mayor. Mi hijo se quedaba dormido en la teta
en el salón, y una vez dormido lo llevaba a la cama.
Yo he trabajado fuera de casa
desde que él cumplió el año y ha habido días en los que no habría dormido más
de cuatro o cinco horas, y no del tirón, y tenía que rendir como si hubiesen
sido ocho. Muchas veces me decían que no sabían cómo aguantaba, yo se que
pensaban que” cómo no hacía algo” y yo lo tenía y tengo claro; no es mi hijo
quien no me deja dormir, si no el tener que ir a trabajar” si no tuviese que
hacerlo o pudiese ajustar mi horario más descansada hubiese estado.
Se supone que las fases del
desarrollo del niño pueden alterar su sueño, que cuando salen los dientes
pueden estar molestos y que también les afecte,… en el caso de mi hijo era una
alteración constante (le empezaron a salir los dientes a los cuatro o cinco
meses y para el año tenía todos, a los nueve meses comenzó a andar y gatear, al
año corría,…).
La tensión
permanente de mi hijo a la hora de dormirse y su resistencia me hacían pensar
que algo pasaba, algo hacía que mi hijo no pudiese relajarse. Yo siempre he
considerado que los primeros días del bebe son fundamentales para él, en el
caso de mi hijo los pasó sólo en neonatos, y siempre he creído que le habían
marcado.
Así que acudí
a una especialista, me mando unos ejercicios que han ayudado a que mi hijo se
relaje. Al mes de comenzarlos notamos diferencias, pasamos a dormir en su
cuarto (los dos) y a su cama.
Hoy se duerme
con ese masaje. Duerme toda la noche seguida, excepto algún despertar por sed,
pesadillas, dolor, o algo así. Duerme doce horas por la noche y ya no hecha
siesta. Nos costó, pero hemos conseguido tranquilidad y calma para todos.
Lo único que
hemos hecho ha sido seguir su ritmo. El hecho de los masajes nos confirmó que
había algo que no dejaba que se relajase, no es un sistema para dormir, ya que
la relajación se ve a más niveles.
Todos los
niños acaban durmiendo toda la noche y acaban durmiendo solos. En mi casa, se
sigue y acompaña su ritmo.
Ahora duermo
con dos, con cada uno de mis hijos a cada lado. Por comodidad, por interés,
porque nos gusta y nos apetece. Y sé que llegará el día en que no me necesiten
más, y entonces estoy segura que me dará mucha pena, así que mientras
aprovechare el tiempo y su sueño.