Mi segunda hija
nació de nalgas. Sí,
de nalgas. Fue un parto hospitalario, pero un parto natural, contando
con un equipo completo de tres ginecólogas, anestesista, matronas,
auxiliares, por si algo no marchaba del todo bien.
Y ya son varias personas que, al
saberlo, me han preguntado cómo me atreví. Como no me hice o hicieron una cesárea,
que siendo peligroso habría sido lo mejor. A veces hasta ponen en duda si
llegue a ser temeraria, alguna persona incluso me lo ha dicho; “valiente temeraria”.
Y a mí no me hace demasiada gracia, ya que la primera que se ha preocupado por
el bienestar de mi hija he sido yo.
Porque no fue una decisión tomada
a la ligera.
Nuestra niña estaba desde la
semana 20 sentadita, a gusto. A pesar de moverse, yo la solía notar siempre en la
misma posición. Nos lo tomamos con calma, ya que siendo mi segundo embarazo
había mucho tiempo para que pudiese cambiar de posición.
En la semana 32 seguía de nalgas,
la gine que me correspondía en atención primaria me comento el protocolo a
seguir, a pesar de que aún quedaba tiempo; si en la semana 36 continuaba así, se
establecería fecha para la maniobra externa (maniobra con la cual intentan
cambiar la posición del bebe desde fuera) y si no daba resultado; cesárea.
A mí la cesárea me da mucho
respeto. Hoy día se habla de hacer cesáreas o de que le han hecho una cesárea
como si de tomar un café se tratase, y lo siento pero no. Es una intervención quirúrgica
donde abren el útero y sacan al bebe, debiendo coser luego. El post operatorio
es complicado, ya que hace falta cierto reposo y cuidados especiales.
Y para mí, con un niño mayor muy
demandante y un bebe recién nacido, se me hacía un mundo.
Como con nuestro mayor, hicimos
las clases de preparación al parto con I, una gran profesional y
excepcional mujer. Le comentamos las noticias y nos recomendó ejercicios y el
apoyo de técnicas alternativas, así como de los cambios en los estudios sobre
los partos de nalgas (http://www.elpartoesnuestro.es/informacion/embarazo/de-nalgas).
En la semana 36 y tal y como yo
sentía, nuestra niña seguía sentada, a pesar de todo lo que había hecho, ella seguía
sentada. Además la gine vio poco líquido en la bolsa y nos envió al hospital,
casi con diagnóstico de cesárea. Allí vieron que todo estaba bien.
Con todo esto yo nos dieron cita
para intentar la versión externa, una semana después. Y con toda la información
nos quedaba esperar y decidir.
Yo prefería que mi parto se
desencadenase sólo, es decir, darle tiempo a mi cuerpo y a mí bebe para que
decidiesen cuando era el momento. Pero todo eran incertidumbres ya que no
sabíamos que iba a pasar.
Sabiendo que había estudios que
demostraban que era viable un parto de nalgas, sabiendo que en el hospital que
me correspondía había un equipo que comenzaba a realizarlas, yo estaba
convencida de que prefería que mi hija naciese así. Y ¿por qué?
Porque una cesárea es una
intervención quirúrgica donde el hospital decide cuando saca al bebe y esto
supone un shock importante para el recién nacido ya que no atraviesa el canal
de parto ni de desencadenan las hormonas y estímulos del mismo.
Porque hasta hace unos años era
un tipo de parto que se realizaba de igual forma que el cefálico.
Porque si el equipo médico se
veía capaz de acompañarme y llevarlo a cabo, yo también.
Porque prefería ponerme de parto
y que mi hija decidiese cuando quería nacer.
Porque prefería que mi hija viviese
ese gran paso de la forma más natural posible, y si era de nalgas, que así
fuese.
Porque como mujer mamífera que soy me veía capaz de
hacerlo.
Estas eran mis razones. Y por
supuesto sabía que todo dependía del equipo médico que me tocase.
Tuvimos suerte. El equipo que
trabajaba la noche que llegamos de parto era justo la que consideraba que era
viable parir bebes de nalgas, habiendo tenido experiencias previas y asumiendo
los riesgos que esto supone.
Y parí. Parí a mi hija de nalgas,
en un parto natural, pero con todo el equipo técnico necesario por si algo se
torcía. Sabiendo que si algo iba mal acabaría en cesárea, en este caso
justificada y con todo el peso. Y yo siendo consciente de todo ello.
Todo fue genial. No hubo ningún
problema, respetaron mi intimidad y mis deseos hasta el expulsivo.
Yo parí como mi hija se merecía.
El equipo técnico tuvo ocasión de ver un parto de nalgas. Ojala dentro de un tiempo sea más
común y deje de verse como algo de locas.
Y jamás pondría en peligro la vida
de uno de mis hijos por salirme con la mía. Ellos son mucho más importantes.
Pero siempre veré y velare por lo que sea mejor para ellos. Y sí, un parto, aun
siendo de nalgas, es mucho mejor que una cesárea, para la madre y para el bebe.
(Cada
mujer debe sentirse segura a la hora de parir, por ello esta es mi
visión, no pretendo que todas las mujeres hagan lo mismo. )
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